Pereña
es uno más de esos numerosos pueblos castellanos que toman el sol tendidos
sobre una ladera, mirando al sur. Por el sur se comunica con los pueblos
vecinos, por el sur se entra, se sale, se compra, y se vende. Por el norte sólo
se llega a su historia y al gran Duero. Después de Duero sólo Portugal, cerca,
pero lejos, muy lejos.
Situado
al borde de la penillanura, y condicionado en su historia por una topografía
espectacular, Pereña se encuentra en el núcleo central de las Arribes del
Duero. La comarca de las Arribes
--Parque Internacional de las Arribes del Duero desde hace unos años–está
formada por una estrecha franja de tierra de profundos y agrestes valles que se extiende desde que el Duero comienza a
ser frontera con Portugal y hasta que deja de serlo. Arribes, --pueblos de las
Arribes--, es el nombre que desde siempre han recibido los municipios que se
asientan en el valle. Arribes es sinónimo de ribera. Las arribes son las riberas
de los ríos que dan personalidad a esta comarca, sean arribes del Tormes, del
Úces, del Huebra, del Águeda…o del Duero, que es en definitiva el verdadero eje
articular de la comarca. Arribes son las
fuertes pendientes y desniveles que los ríos han tenido que hacer para entregar
sus aguas al Duero, y arribes son los cortantes, los picachos, los farallones,
los cachones o el tajo que el Duero ha tenido que hacer para buscar su salida
al mar desde la meseta: en pocos kilómetros el Duero y sus afluentes tienen que
pasar de los 700 u 800 metros de altitud de la meseta a los 200 en su entrada a
Portugal.
Pero
también forma parte de las Arribes el microclima de esos valles resguardados de
los vientos que han hecho surgir una vegetación impropia de la meseta. Valles
resguardados en los que los arribeños se han buscado la vida haciendo paredones
–bancales—para detener la tierra y poder cultivar unos almendros, unas olivas o
unas cepas con los que ayudarse en su economía fundamentalmente ganadera.
Paisajes espectaculares que vuelven a su vegetación autóctona cuando se retrae
la acción humana sobre ellos, y vuelven a aparecer los enebros, las encinas,
los quejigos, los almeces, las genistas… valles y cortantes donde es habitual
ver el buitre común, el águila real, águila perdicera, cigüeña negra, alimoche,
halcón peregrino, azor común, búho real… lagarto ocelado y verdinegro, eslizón
ibérico, culebra de herradura… nutria, gineta, jabalí, garduña, zorro…tritón
–jaspeado e ibérico—sapo corredor y pintojo, galápago…
La
singularidad de las Arribes viene dada por el encajonamiento de los ríos al
romper el borde granítico de la meseta en su camino hacia el Atlántico formando
auténticos acantilados de interior.
Lugares de difícil tránsito que protegen su
riqueza faunística, pero que forman un entorno paisajístico espectacular y
grandioso. Grandiosidad paisajística natural a la que se han sumado desde el
siglo pasado las presas hidroeléctricas que han domesticado al Duero. Las Arribes son paisajes, pero también son
personas que han respondido de una forma común a un paisaje modelado por el
Duero. Tierras y personas que el Duero une entre ellos, y tierras y personas
que el Duero separa haciendo raya con Portugal que siempre estuvo lejos, pero
también marcando un final de periferia y lejanía. Arribes que han sido
declaradas recientemente reserva de la biosfera. Pereña es un pueblo más de los que conforman las Arribes.